«Crónica de un niño solo»: Un viaje de crecimiento forzado, encierro y rebelión hacia los sueños cinematográficos

«Crónica de un niño solo» representa el debut magistral de Leonardo Favio como director y sienta las bases de su estilo distintivo.

En 1964, Leonardo Favio presentó su ópera prima, «Crónica de un niño solo». Este director autodidacta se impulsó por la necesidad vital de mostrar su mundo a través del cine, adquiriendo gran parte de su conocimiento en los sets trabajando como actor bajo la dirección de figuras destacadas como Leopoldo Torres Nilsson, Fernando Ayala, Daniel Tinayre y René Mujica, entre otros.

En esta película, la pérdida de la inocencia se desencadena por la marginalidad y una educación severa y traumática. El drama se centra en Celedon Rosas, alias Polín, un niño que se encuentra en la rutina de una correccional de menores. La historia retrata los momentos de luchas internas y externas de Polín, como ocultar cigarrillos para evitar peleas inútiles, inventar mentiras, intentar pintar la penitencia en los recreos y enfrentando castigos severos.

Aunque Fabio se ganó la vida como actor, comenzó a dirigir en 1958 con su mediometraje «El señor Fernández», que quedó inconcluso. En 1960, realizó el cortometraje «El amigo», y estas incursiones fueron el preludio de su proceso de crecimiento creativo, culminando en la filmación de su primer largometraje.

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El cartel de estreno de la película se presentó el 5 de mayo de 1965 mostrando a un niño sosteniendo entre sus dedos un cigarro encendido, dejando escapar un hilo de humo por la comisura de sus labios, mientras ensaya una sonrisa que parece más propia de un hombre atrapado en un cuerpo en miniatura. Esta imagen representa tanto su primer película como el primer gesto de un estilo personal, el cual se desarrollaría con los años a través de la profundidad de campo, la minuciosidad de los encuadres y otros recursos cinematográficos que le permiten hacer mucho con muy poco. Estos elementos se convertirían en una constante a lo largo de su obra y formarían parte de su universo íntimo e inigualable que comenzaba a desplegarse en sus películas.

En «Crónica de un niño solo», todas las elecciones convergen en una puesta intuitiva que desarrolla sus complejidades con elementos mínimos pero efectivos. Aquí es donde la capacidad de Fabio para fortalecerse desde sus limitaciones y equilibrar las desproporciones se hace evidente. A pesar de no contar con recursos económicos significativos, logró obtener un crédito con el Instituto Nacional de Cine y que un amigo le prestara el dinero necesario para iniciar el rodaje. Gran parte de la película se filmó en un edificio que actualmente alberga la facultad de psicología de la Universidad de Buenos Aires, donde el ambiente frío y deshumanizado de un correccional de menores corresponde como escenario. Aquí fue donde el estilo rústico pero refinado de Fabio comenzó a florecer, junto con el romance de Liseth y Francisco, y la representación de personajes provenientes de orígenes humildes que transitan espacios atléticos. Estos elementos se combinan en una puesta en escena compleja, donde la fotografía, la cámara y el encuadre se entrelazan con un alto grado de lirismo, emoción y espontaneidad.

El tema central de «Crónica de un niño solo» es la infancia truncada por la pobreza, la injusticia social y la violencia institucionalizada. Paulino, abandonado por sus padres y criado en un correccional de menores, se ve obligado a dejar de ser niño prematuramente ya enfrentar el mundo con su inocencia e ingenio. La pérdida de la inocencia y la proscripción de la pureza se definirán en temas recurrentes en la filmografía de Favio, quien retrata la lucha de aquellos que intentan conservarse puros en medio de un entorno hostil.

La rígida geometría de los espacios y la minuciosa forma de encuadrar, a través de rejas, ventanas y otras aperturas, acentúan la sensación de encierro y asfixia que los personajes experimentan. A pesar de estar acostumbrados a esa realidad, este lugar obliga a Polín, el protagonista, a agudizar su imaginación y perfeccionar técnicas de evasión y engaño. Utilizando papel periódico en sus zapatos para aparentar fiebre y poder quedarse en la enfermería cerca de una ventana que da a la calle. En un momento, es descubierto y castigado, pero aprovecha la distracción de los celadores para eludir la penitencia y detenerse a compartir un cigarrillo con sus amigos. Luego, al ser descubierto y encerrado en el calabozo de una comisaría por responder con un golpe al maltrato de un mayor, logra abrir la puerta de su celda valiéndose de su ingenio, y un cinturón con el que se mueve la cerradura de supervivencia. Esta escena representa un punto culminante en la película, donde Fabio y su director de fotografía, Ignacio Soto, generan una gran tensión y suspenso con una economía de recursos envidiable.

Leonardo Favio demuestra su habilidad para crear una experiencia cinematográfica poderosa a pesar de las limitaciones económicas. La rigidez de los espacios, la meticulosidad en los encuadres y el uso de aperturas como rejas y ventanas acentúan la sensación de encierro y asfixia que experimentan los personajes. A medida que la historia avanza, el filme se traslada a una villa de emergencia, donde Favio captura la miseria y el caos de la vida marginal con una perspectiva auténtica y conmovedora. La combinación de una fotografía sobrante, una puesta en escena compleja y un alto grado de lirismo y emoción crea una atmósfera única en la película.

Diego Puente, un niño de 10 años, fue seleccionado por Favio para interpretar a Paulino. Esta elección se basó en la sencilla pero efectiva prueba de hacerlo caminar. Aunque no era un actor profesional, Puente logra transmitir la lucha interna y la vulnerabilidad del personaje de manera excepcional. Esta colaboración entre el director y el joven actor refleja la conexión personal que Favio tenía con la historia y el mundo que quería retratar en la pantalla.

Su obra recibió elogios de la prensa especializada y obtuvo premios en el séptimo Festival Cinematográfico Internacional de Mar del Plata, incluyendo el premio especial del jurado y el primer premio de la crítica internacional. Sin embargo, la verdadera consagración para Favio fue la conmoción que siguió en Leopoldo Torres Nilsson, su padrino artístico, quien salió de la proyección privada profundamente conmovido. Este reconocimiento temprano marcó el inicio de una carrera cinematográfica llena de éxitos y un estilo único que Favio desarrollaría en sus obras futuras.

«Crónica de un niño solo» representa el debut magistral de Leonardo Favio como director y sienta las bases de su estilo distintivo. A través de una historia de crecimiento forzado, encierro y rebelión, Favio logra transmitir una experiencia cinematográfica profundamente conmovedora. A pesar de las limitaciones económicas, el director demuestra su habilidad para hacer mucho con muy poco, utilizando recursos cinematográficos y creando una narrativa visual cautivadora. Con su ópera prima, Favio deja una marca imborrable en el cine argentino y se posiciona como uno de los cineastas más destacados de su generación.