Alis : una casa de muñecas (rotas)

A través de una serie de entrevistas con jóvenes residentes de Arcadia, un hogar para niñas de la calle en Bogotá, Los documentalistas Nicolas Van Hemelryck y Claire Weikopf ofrecen una visión desgarradora de los deseos, sentimientos e historias de niñas cuya infancia fue arrebatada demasiado pronto. La Alis del título es una niña imaginaria de la que los jóvenes hablan como si fuera una amiga y sobre la que proyectan sus vidas y aspiraciones.

Los dos directores vivieron durante cinco años en la comunidad que abarcó el documental y así, a través de un enfoque propio del cine etnoantropológico, lograron ser aceptados por las chicas y ganarse su confianza. Esto permitió que las entrevistas se realizaran con cierta naturalidad y propició que los entrevistados contaran sus historias sin filtros. O mejor dicho, con el exclusivo filtro de imagen fantasma de Alis.

El cine se pone así al servicio de la narración oral, convirtiéndose en vector de vidas rotas y sueños destrozados, no a través de una puesta en escena sensacionalista, sino, por el contrario, a través de un minimalismo extremo que raya en la abstracción. En el documental de Weiskopf y van Hemelryck son importantes las microexpresiones de los rostros de las niñas, la secuencia de sus rostros, su lenguaje corporal y sus silencios. De hecho, los autores favorecen un montaje con cortes claros en las entrevistas individuales, lo que crea una serie de retratos ideales, capaces de sucederse sin una solución de continuidad. La historia de cada niña se desborda en la de sus compañeras, dentro de un proceso de continua mutación, en el que cada subjetividad también forma parte de una identidad colectiva mayor, la de Alis. Alis misma, un caparazón imaginario para vidas frágiles, es un correlato ficticio para toda la comunidad de Arcadia. De hecho, la estructura física del lugar está siempre enmarcada con perspectivas inclinadas, que subrayan sus geometrías rectangulares, sugiriendo la idea de una estructura-contenedor capaz de proteger, custodiar y ocultar a sus habitantes. Cuando los protagonistas son filmados en sus actividades cotidianas, en su mayoría se insertan en composiciones visuales en las que puertas, ventanas, columnas de literas o simples porterías de fútbol vacías actúan como marcos dentro de la imagen, capaces también de delimitar los límites dentro de los cuales las jóvenes pueden moverse con libertad. Es claro el intento de los autores de introducir al espectador en una especie de casa de muñecas moderna.

Las entrevistas, en cambio, se valen de planos frontales que sitúan los cuerpos y rostros de las jóvenes en el centro de la escena. Los ojos se vuelven hacia la cámara, como para interrogar directamente al espectador. La mirada de las chicas es directa, inocente y triste, lo que contrasta con la mirada fría y mecánica de la grabación digital. Precisamente en este contraste radica toda la fuerza de una película que no permite la indiferencia, sino que, tomándose su tiempo, obliga al espectador a abandonar su papel de observador y lo empuja a participar en las historias, muchas veces compuestas por abusos y violencias, que evocan los cuentos de las muchachas. De modo que se encuentra, sin siquiera darse cuenta, catapultado de una historia a otra, de una vida a otra, aferrado al leitmotiv del fantasma de Alis. Sin embargo, este viaje no se reduce a una mera muestra de las miserias humanas, sino que poco a poco se va convirtiendo en un viaje para descubrir personas complejas, cuya fortaleza para afrontar la vida se configura como una búsqueda de libertad. Y finalmente se convierte en un desafío a la pobreza de la que provienen las jóvenes, al sistema económico y político colombiano, basado en la producción, venta y consumo de drogas, a los estereotipos de género y a una cultura patriarcal, masculinizada y opresiva.

Sin retórica, Alis dibuja una parábola de dolor y redención, que mira al futuro con la determinación y el optimismo que sólo pueden tener quienes se han encontrado con el peor lado de la vida y, a pesar de todo, consiguen mirarse al espejo y amar -igual que los jóvenes habitantes de Arcadia.