
El Hollywood desenfrenado del cine mudo, una historia de ambición y exceso.
El Hollywood de los locos años 20, el del cine mudo contado sin filtros: las historias de Nellie LaRoy ( Margot Robbie ), la desvergonzada aspirante a actriz, Jack Conrad ( Brad Pitt ), la estrella indiscutible, Manuel ( Diego Calva), tímido y dispuesto manitas y Sidney Palmer (Jovan Adepo), talentoso trompetista. Historias de grandes ambiciones, de decadencia, de ascenso y caída de personajes que han formado parte de algo grande: el cine. También protagonizada por Jean Smart, Li Jun Li, PJ Byrne, Lukas Haas, Olivia Hamilton, Tobey Maguire, Max Minghella, Rory Scovel, Katherine Waterston, Flea, Jeff Garlin, Eric Roberts, Ethan Suplee, Samara Weaving y Olivia Wilde.

Excesivos, rutilantes, desenfrenados, desvergonzados y sin miedo a la osadía: con Babylon Damien Chazelle da la espalda a la soñadora y romántica historia de La La Land , que hablaba del sueño «limpio» de dos artistas, la ardiente pasión por el séptimo arte y por la música, respectivamente de Mia y Sebastian, para hacer de ella una razón de vivir. Aquí las aspiraciones son «salvajes», el objetivo es convertirse en una estrella, aunque haya que nacer estrella, como explica Nellie LaRoy, para formar parte de algo más grande, algo inmortal como el cine. Quitando esa pátina dorada que siempre nos ha hecho mirar a las estrellas del cine mudo como criaturas etéreas, dioses, el director nos da en la cara su verdadera naturaleza a partir de la espectacular secuencia inicial, la de la fiesta loca en la villa de un poderoso productor de Hollywood, entre bailes orgiásticos, ríos de alcohol, drogas de todo tipo y… un elefante. Nellie busca suerte, y gracias a su carisma, locura y habilidad podrá conseguir lo que quiere. Jack Conrad, aclamada estrella del cine mudo, vive al máximo, coleccionando matrimonios fallidos, tragando litros de alcohol hasta desmayarse, asistiendo a fiestas hasta el amanecer y luego apareciendo borracho en el plató al día siguiente, aún logrando crear el » magia».

Un mundo que no pierde su ritmo frenético ni en plató, con directores histéricos y gritones, escenas repetidas hasta el infinito, cámaras rotas, extras alborotadores, asistentes siempre a la fuga, todo para cerrar la confusa agenda antes del atardecer. Una época libre, desinhibida, con sus protagonistas capaces de experimentar plenamente la furia que sólo el cine, la fama y todas sus consecuencias podían dar, cuando uno ascendía del anonimato al Olimpo de Hollywood. Y Babilonia nos cuenta todo esto, una era condenada al colapso inevitable. Con el ritmo trepidante de Whiplash y los sueños de celuloide de La La Land , con el humor y los largos y cautivadores planos largos a los que nos tiene acostumbrados su talento,Chazelle acompaña a sus personajes hacia la avenida del ocaso, en el amanecer del sonido, que al dar voz a esos astros inalcanzables decretarán su fin por considerarse poco fonogénicos.
De la vitalidad a la estasis, a la melancolía, del mudo al sonoro por tanto, para contar la evolución no sólo del cine sino de toda una sociedad, que empieza a darse reglas morales, que elige la forma a la libertad de costumbres, que prefiere divas románticas y «domesticadas» a la «pornográfica» Nellie, cuando las fiestas sensacionalistas del viejo Hollywood se convierten en un recuerdo lejano en favor de la respetabilidad. Pero la decadencia nunca acaba, escondida bajo la alfombra, como demuestra el personaje interpretado por Tobey Maguire, casi un pinchazo al Hollywood actual con sus dictados, los hipócritas códigos morales.
Una idea sobrevivirá, que nunca morirá, el cine, le explica a Jack la periodista de chismes Elinor St. John (Jean Smart) , y gracias a esto será inmortal, como los dioses y los fantasmas. Todo termina y todo evoluciona como muestra el final fantasmagórico y ambicioso, y el cine seguirá siendo ese escapismo y ese sueño que siempre arrancará a la gente de su vida ordinaria, que los hará soñar despiertos mirando con admiración a las estrellas del momento pero quizás más a los del pasado, como Jack, como Nellie, figuras inspiradas en los actores John Gilbert y Clara Bow, que Brad Pitt y Margot Robbie hacen suyas, interpretando mejor su espíritu libre y encantador.
En este viaje épico, inquietante (les dejamos el «placer» de saber por qué) y cautivador a la vez, acompañado de la excelente banda sonora de Justin Hurwitz, ganador del Globo de Oro, Damien Chazelle manifiesta sin riendas su amor sin límites por la el séptimo arte , tan apasionado que se desorienta, sobrepasando su duración (¡3h y 10′!), como si nunca quisiera llegar a su fin, desahogando su intrépida concepción del cine, aun a costa de parecer redundante, así capturando el espíritu mismo de la película y sus protagonistas.
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