El polaco Jerzy Skolimowski demuestra en Erótica lo poco que necesita para hacer cine

En uno de sus primeros trabajos como director de cine, con poco más de veinte años de edad, el polaco Jerzy Skolimowski demuestra en Erótica lo poco que necesita para hacer cine,

De una mano ligeramente engarrotada surge un dedo que ejecuta unos trazos sobre una superficie blanquesina. Lo que hace es escribir Erótica, en lo que parecen ser residuos de harina que, al borrar, descubrimos cubrían uno espejo que, ahora, revelan a la chica que lo escribió (y borró) y en segundo plano (del espejo) a un hombre vestido de traje que la observa, y se observa. Ella se asusta, él la tranquiliza y le pide sonreír, ofreciéndole que la animará. ¿Cómo? Después ocurren apariciones como surgidas por la magia, que se entrelazan con juegos de seducción y bromas que se desarrollan todas, a lo largo del espacio confinado de una habitación tapizada por papel periódico (que también cuelga del techo y que incluso forma pequeños pasillos) y a través del espejo, que permite jugar con el espacio y, sobre todo, con la percepción de él, y de todo. 

En uno de sus primeros trabajos como director de cine, con poco más de veinte años de edad, el polaco Jerzy Skolimowski demuestra en Erótica lo poco que necesita para hacer cine, para decir cosas, para provocar emociones y sensaciones. Incorpora los créditos iniciales al planteamiento narrativo, que es magro, pero enigmático, con guiños surrealistas (incluyendo, sí, un animalito -anticipando EO, quizá-), aunque con la fuerza suficiente para oscilar entre el deseo, la amenaza, y la crítica política y social al ocurrir el escarceo entre la cascada de noticias efímeras que adornan los periódicos que actúan como escenario en el que se persiguen los protagonistas y que, eventualmente, deben destruir antes de que, eh, los absorba.